martes, 9 de noviembre de 2010

La trastienda: La destrucción de los puentes.

Quien no dice la verdad es un mentiroso. Quien altera la realidad y la desvirtúa, también lo es. El que repite una mentira, a sabiendas de que lo es, sigue siendo un mentiroso.



La jerarquía católica en España no dice la verdad con respecto a situación de los cristianos en nuestro país. Desde luego, altera la realidad y la desvirtúa hasta tal punto que nos enfrenta a unos con otros. Y el que repite, hasta el cansancio, esa mentira, sabiendo que lo es , sigue siendo un mentiroso.

En España los cristianos no están perseguidos, más bien al contrario. Un acuerdo preferente con el Estado, libertad de culto, subvenciones, exenciones fiscales. Presencia en los actos públicos. Procesiones, hermandades, empresas, etc.

Incluso la jerarquía se aprovecha de la legislación (artículo 206 de la Ley Hipotecaria) para inscribir las iglesias a su nombre, hurtándoles ese patrimonio a los descendientes de quienes las pusieron en pie y las han mantenido a lo largo de los siglos. Eso sí, si los edificios se caen, pagan los ciudadanos con sus limosnas, y con sus impuestos (seas creyente o no) la restauración de los mismos.

Lo que si es cierto es que en nuestro país la Iglesia tiene cada vez menor capacidad de influencia. Los divorcios en España se producen tanto en los que se consideran creyentes como en los que no. Los abortos también. Los preservativos son usados sin distinción de credo. La píldora del día después también.

Aquellos comportamientos que la Iglesia persigue o censura son asumidos con total normalidad por una sociedad, que en su mayoría se puede declarar creyente aunque no sigue para nada las directrices que marca la Iglesia a la que pertenece.

Se bautizan a los hijos, o te casas por la Iglesia, o colaboras con una Hermandad, o te gusta la Semana Santa, pero la mayoría de los católicos españoles se divorcian, separan, practican sexo, conviven antes del matrimonio, etc., etc., prácticamente en los mismos porcentajes que el resto del país. Existe una evidente separación entre lo que la jerarquía quiere que hagan sus fieles y lo que de verdad estos hacen. El porcentaje de aquellos que se declaran católicos que van a misa es cada vez menor. Cada vez hay menos vocaciones para ingresar en conventos o seminarios.

La Iglesia tiene un problema en todo el mundo. Los creyentes ya no creen a sus pastores. Lo achacan a las políticas educativas, al aumento de la libertad individual, a los nuevos derechos civiles, a la persecución de la familia, etc. Al laicismo radical. Y en España, encima, dicen que los católicos están perseguidos.

Esta es la gran mentira. Que se repite constantemente, una y otra vez. La Iglesia mantiene sus propiedades, que son restauradas en su mayoría por fondos públicos. Mantiene colegios que en su mayoría son sostenidos por fondos públicos. Mantiene profesores en colegios públicos para impartir la asignatura de religión, pagados con fondos públicos. Realiza su labor asistencial gracias, en gran parte, a la gran aportación que desde las arcas del Estado se realizan.

La propia visita del Papa demuestra que en nuestro país no existe un laicismo radical. Los gastos han sido soportados por las administraciones públicas (independientemente de su color político). Los actos se han realizado en lugares públicos. Y han asistido los que han querido y podido, en un ambiente de festividad y tranquilidad.

En estas cosas en Europa no pasan. En la católica Francia el laicismo es un valor respetado, por ejemplo, no puede haber símbolos religiosos en lugares públicos, independientemente de la religión a la que pertenezcan. Y la Iglesia francesa lo asume con normalidad. ¿Por qué? Porque llevan 200 años de separación efectiva de Iglesia y Estado.


Desde que Constantino utilizara la estructura de la comunidad cristiana para consolidar su dominio, y utilizara el armazón ideológico cristiano para legitimar su posición en el vértice de la pirámide del poder, la Iglesia se ha confundido con el poder civil, legitimándolo y garantizando a los jerarcas una posición de privilegio. En occidente esta situación comenzó a variar con los movimientos sociales, políticos, científicos y religiosos que dieron lugar a la Revolución Francesa o a la Declaración Independencia de los Estados Unidos.

Aquí hasta no hace poco los pecados eran también delitos y el Estado se confundía con la Iglesia y viceversa. Era la religión oficial del Estado.

Este es el gran problema de la Iglesia en España. No asume que ya no es la religión oficial de este Estado que no puede tener religiones oficiales porque así lo quisieron sus ciudadanos, muchos de ellos católicos.

A nuestros gobernantes les cuesta asumir también esta realidad. Independientemente del color político. Pero la sociedad avanza hacia la libertad con total normalidad. Un dato significativo es que por primera vez los matrimonios civiles han superado a los realizados por el rito católico.

La Iglesia ya no es que se separe del Estado, se separa de sus fieles. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Comportamientos escandalosos ante la pederastia, la opacidad, la nula participación de los fieles en el gobierno de la Iglesia, el secretismo, la codicia de algunos de los miembros más destacados de la jerarquía, la acumulación de bienes, la relegación de la mujer, la misoginia, la mercantilización de la fe, la involución en materia científica, el alejamiento de los humildes y un largo etcétera, son las verdaderas causas del alejamiento de los católicos de la casta sacerdotal.

Se rompen los puentes entre la sociedad y la iglesia, entre los pastores y los fieles y es el Pontífice, el que hace puentes, el que debiera tenderlos, sin desvituar el mensaje de amor y paz de Jesucristo, que es lo que echamos en falta en cada una de sus palabras.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Huy huy huy... me parece que sé quién va ir al infierno...

Son dijo...

http://www.publico.es/espana/345229/un-sacerdote-de-peluche-que-quiere-abrazar-a-los-ninos