miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cuentos de Tenderos: La calle Gaitán


Ya no es posible obtener una imagen así de la Calle Gaitán de Posadas. La calle que lleva el apellido de los dos hermanos, Joaquín y Pelagio, que dejaron un fondo económico para sostener un colegio de niñas, un total de 110 chiquillas escolarizadas por el año 1843, según dice Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar.

Pero miremos la foto con tranquilidad. A la izquierda, en primer plano todavía está la placa de la Fonda del Toro. Al fondo, el Paseo y la Ermita de Jesús. Al final de la hilera de casas, a la derecha, todavía cuelga el letrero del Bar Mezquita.

Está atardeciendo. La sombra avanza hacia el este. Una mujer arregla la puerta de la casa. Barre y riega las losas, preparando el lugar para sacar las sillas a la calle y ver pasear a la gente al fresco de la noche.

Otra mujer, en la acera opuesta, avanza cargada con las compras del día.

No hay un sólo coche, ni siquiera el rastro de su paso. Casas que ya no están en pie. Detrás, por encima de los tejados, las palmeras del paseo.

La foto la hizo mi padre, seguramente a principios de los ochenta, justo desde la puerta donde estuvo un tiempo el Registro de la Propiedad. En frente de la casa de mi abuela. La casa donde nací. En el número 62. El lugar donde hubo otra tiendecita, como la nuestra, la que aparece a partir de hoy como fondo de este blog.

Salud Ojeda despachado en su tienda de ultramarinos de la calle Gaitán. Su sobrina Saluíta. Dos niños esperando en el mostrador. Las alpargatas al fondo, los cordones, las velas, el dispensador de aceite. La verdura en los expositores. El peso. Cada elemento con su propia historia. Seguro que encuentras alguno que te conduzca a lo más profundo de tu memoria. Alguno que, como en mi caso, explique tu propia historia.

3 comentarios:

Merichusmy dijo...

Me recuerda a cuando era chica e iba a la plaza de abastos a comprar la leche en la catarilla. Gracias por encenderme el disco duro del recuerdo.

Son dijo...

Mis recuerdos de tienda de barrio no son tan buenos, me temo... la tienda de barrio de mi niñez era de ciudad, clase trabajadora, cuando tenía que ir 'donde la Pilar' con la lista de mi abuela y decirle 'que se lo apuntara a la Angelita', y aguantar el chaparrón de resoplidos y miradas esquinadas detrás de sus gafas gruesas. Mi abuela me mandaba a mí para que ella no se negara a darle el pan y la tocina a una niña, pero a veces, sí, a veces se negaba la Pilar, y me decía, dile a tu abuela que venga ella a pedir 'fiao' (y eso que mi abuela era de las cumplidoras y pagaba en cuanto cobraba mi abuelo, religiosamente, pero supongo que siempre le dio vergüenza, y me mandaba a mí, que era más espabilá, o esas conclusiones saco con los años).
Mis recuerdos de la tienda del barrio se extendieron después al pequeño supermercado de barrio que montó la sobrina de la Pilar, donde también me tocaba pasar 'vergüenza' cada vez que mi madre le decía: ¿cuánto?, ¿ciento cuarenta?, pues quita esto, y esto. Verguénza infantil, con esa tontería de los niños y el dinero, como si fuese vergonzoso no tenerlo...

pepa dijo...

A mí memoria vienen olores a cocido,y sonidos de radio anunciando que eran las dos ¡hora de cerrar! Y a nuestros juegos en el zanjuan dentro de una caja de cartón ya vacía que debió contener mercancia para la tienda.....