Tenía 12 años. Estaba jugando en las huertas que estaban en frente del piso en el que vivíamos en Cazorla. De repente todas las madres, casi al mismo tiempo, asomadas a las ventanas, empezaron a gritarnos. Corríamos desesperados. Algunas bajaban a la puerta a esperarnos. Esa sincronización no era normal.
Mi vecino Juan andaba de cacería en la sierra. A Carmen, su esposa, casi le da algo. ¡Es que lleva dos escopetas en el coche!, no paraba de decir. ¿que estaba pasando? Han dado un golpe, dijo mi padre.
A mi madre, que llevaba, como ahora, a mucha honra ser de izquierdas, se le cambió el ánimo. No por ella, no. Por la gente de su pueblo. Por su madre. Por su hermano. Por el miedo a perder lo que se había conseguido. Por nosotros. Mi padre estaba también preocupado. En el recuerdo, su padre, asesinado en el 36, además de su madre y de su hermana. Todos sin saber como estaban los suyos. Vivíamos lejos de nuestras familias y, por entonces, casi nadie tenía teléfono.
Murmullos, suspiros. Y llegó Juan y se calmaron los ánimos. No recuerdo cómo, pero las cuatro familias de nuestro bloque estábamos todos juntos. Los niños jugando y los mayores hablando. Juan salió a dar una vuelta por el pueblo, a ver si alguien sabía algo o tenía alguna información. Nada.
A lo largo de la noche se empezó a ver la luz al final del túnel. Iñaki Gabilondo salía por la tele para explicar lo que estaba pasando y la verdadera situación del país. La radio también estaba encendida y según que momento se alternaba la potencia del volumen entre televisión y transistor.
Al día siguiente, los mayores fueron a trabajar. Yo no fui a clase. Mis hermanas si lo hicieron. El gobierno ha dicho que los colegios abrirán con normalidad, decía mi madre. Pero la convencí. Estuve toda la mañana pegado al televisor.
El rey había dado un discurso ya de madrugada y los tanques en Valencia habían vuelto a los cuarteles. El golpe había fracasado, pero Tejero seguía en el Congreso.
La radio y la tele encendidas al mismo tiempo. Entre dibujos animados, tertulias y avances informativos. Vi salir a los guardias por las ventanas, la salida de los diputados, la entrega de los oficiales golpistas.
Todo, por fin, había terminado, aunque comenzó a instalarse la incertidumbre entre la ciudadanía ¿y ahora qué? Un año y medio después tendríamos la respuesta. Las cosas iban a cambiar.
Por lo pronto, mi madre, al mediodía, se puso seria. Por la tarde tuve que ir a clase, no tuve más remedio.