sábado, 25 de junio de 2011

Por San Juan, ni lobo ni can.

El lobo descansa al lado de un viejo tocón de encina. Observa el fondo del valle. Las luces del pueblo comienzan a brillar con fuerza mientras que el sol desaparece tras la sierra. Los lobeznos corretean alrededor.

Es hora de iniciar la marcha.

El niño se acerca al padre que, sentado en un viejo tocón, mira al fondo del valle. Se sienta en sus piernas, y espera la historia que ya ha oído tantas veces. El padre le habla de su nombre, de los sorianos, de las cañadas, de la Huerta de José María, del anís, de canelo. Del maestro y del alfarero. De la tienda de Saluíta y del chinero de Josefa. De sus padres. De Cazorla, de Posadas, de Almodóvar y de la Macarena. De los barruntas y los trenas. Del carpintero y la modista. Del frío de Rusia y de los rusos de Moscú.

Luego le contará, de nuevo, su historia con los lobos.

1 comentario:

Scaramouche dijo...

Deja la política y dedícate a escribir que nos tienes abandonados...