Empezó, como todos, cargado de ilusiones y termina para muchos con desesperación. El año de la CRISIS, esa palabra que conjuramos y repetimos para hacerla responsable de todos los males que padecemos. Nadie se acuerda de CONSUMO, ESPECULACION, CORRUPCION, CODICIA, etc. Nadie quiere mirarse a uno mismo y lanzar el “mea culpa”. Siempre estará la crisis para culparla de todo lo que hemos perdido.
Mal año por la pérdida de referentes. Mal año por la desconfianza. Y mal año por el recorte de derechos y libertades. En definitiva, mal año, en el que temblaron la bases en las que se asientan muchas de mis convicciones.
La dualidad de mi pensamiento me lleva unos días del pesimismo más desalentador al optimismo militante. Algo bueno debe salir de esto, me impongo. Es imposible, reflexiono.
Los nuevos ogros con los que nos asustan, los mercados, nos esperan insaciables detrás de las esquinas de la esperanza para advertirnos y recordarnos que los nuevos tiempos serán como ellos quieren que sean y no como nosotros creíamos que eran. Están ahí para espantar cualquier atisbo de ilusión renovada, de confianza en nuestra capacidad para construir el futuro que deseamos.
Llegaron los tiempos del miedo. Miedo al paro, al recorte social, a Alqaeda, a los inmigrantes, a que no haya pensiones, al futuro, al miedo mismo. Nos han inoculado el miedo y va a ser muy difícil desembarazarse de él. Ese miedo a todo lo desconocido, a todo aquello que no nos muestre la publicidad y la televisión. Ese miedo que se contagia como una epidemia y que, una vez infectados, permite controlar a las sociedades. Eso es lo que nos encontraremos en el transfondo de esta crisis.

No me rindo, no puedo rendirme. No quiero más recortes sociales, ni el más mínimo. No quiero que la soberanía conquistada por la incansable lucha de muchos sea pisoteada por fondos de inversión impersonales a los que les da lo mismo que un niño haga un balón de futbol en china o que una niña se prostituya en Bangkok, siempre que obtengan el doble de beneficio que en el balance del ejercicio anterior.
No. No quiero olvidar este año. No debo. Si lo hiciera, olvidaría a las víctimas que ha ido dejando en el camino y a quienes lo han compartido conmigo.
Quiero recordarlo también por las satisfacciones que me ha dejado, que también las hubo. Muchas. El año en que los trámites de nuestra adopción llegaron a Rusia. El proyecto de fin de carrera. El Judo. La memoria. Ana. El padel. Escribir. Los lobos. La fotografía. Leer. El trabajo. La familia. Las truchas. Los amigos. Las amigas. Las redes sociales. Las lesiones. El compromiso renovado. Las nuevas ilusiones. El Desavío.
La foto de mi perfil resume bien este año. Ana la hizo en la playa de Berria, frente al Penal de El Dueso, después del llanto del recuerdo y el consuelo de su abrazo y la paz de sus besos, de escribir en la arena lo que me ha de deparar el futuro, rodeado de gente a la que quiero y que me quiere.
Sigo vivo, no me rindo y puedo contarlo. Bienvenido 2011, te estaba esperando.